Ed Impresa Facundo Piai 04/06/2021

Criptomonedas, burbujas, humo, ganancias y pérdidas

Frente a la inflación creciente, la debilidad del dólar y el control cambiario, diferentes monedas virtuales se posicionan como resguardo de valor. Economistas alertan sobre su inestabilidad.

El dinero digital irrumpió en el mercado como un medio virtual de intercambio alternativo.

 

Especial para La Nueva Mañana

En los últimos meses tomó mucho impulso en los medios la difusión de noticias referidas a las monedas virtuales. Artículos sobre “emprendedores” que amasan fortunas gracias a la inversión en el mundo de las criptomonedas abundan en los diarios más leídos. “Gurúes” de las finanzas que instan a invertir en este tipo de monedas son entrevistados frecuentemente. Publicaciones sobre la criptomoneda más famosa, el Bitcoin, y su cotización se viralizan en los portales web. Es un hecho, el dinero digital irrumpió en el mercado como un medio virtual de intercambio alternativo y gana cada vez más adeptos deseosos de multiplicar sus ahorros. 

Cierto es que el novedoso ecosistema cripto (si bien surgió hace más de una década, se popularizó en los últimos años) cosecha tantos adeptos como detractores en el mundo de las finanzas internacionales. No obstante, los traders e inversores bursátiles solo entienden de tasas, ganancias y pérdidas. Pese a ello, las fluctuaciones desconcertantes de la cotización de las criptomonedas son la principal crítica señalada por todos. Por caso, el Bitcoin pasó de valer 65 mil dólares, a mediados de abril, a u$s 35.000 en mayo; lo cual significa una pérdida de un 45% de su valor en menos de un mes. 

La volatilidad es inclusive el principal problema para los mismos lobbistas. El sitio especializado en gestión de carteras de dinero virtual encriptado Bit2Me, en donde también se puede comprar y vender, reconoce que “hoy puedo tener 100 dólares y mañana un centavo o u$s 120”, invirtiendo en este sistema. En el mismo sitio exponen lo arriesgado de la inversión al señalar que el valor del Bitcoin puede llegar a 50 mil dólares, 1 millón, incluso, en la próxima década podría valer hasta más de u$s 40 millones o puede desaparecer, directamente. Un riesgo financiero de magnitud.

Ahora bien, vale preguntarse cómo se compone el valor de estas monedas encriptadas en sistemas abstraídos de bienes tangibles. Para responder esta pregunta entrevistamos al economista y docente Juan Valerdi, quien advierte que se “trata de una estafa del tipo esquema piramidal de dimensiones históricas”. Como en toda estafa de este tipo, “los que entran primero siempre ganan mucha plata y los que pierden son los que llegan  al final de la fiesta”.  El ex asesor de la presidencia del Banco Central alerta que la campaña mundial a favor de este sistema criptográfico “indica” que hay grandes fondos que están saliendo de él y, por tanto, necesitan que millones de inversores pequeños “cubran las salidas”. 

Millones de dólares gracias a un tweet

El mercado cripto vivió la euforia alcista cuando el empresario Elon Musk, una de las personas más ricas del mundo según Forbes, anunció ante la Bolsa estadounidense la inversión de 1.500 millones de dólares en Bitcoins. Esta demanda más un tweet del magnate a favor de las monedas digitales alcanzó para que en apenas unos días la criptomoneda más popular casi que redoble  su cotización. Este auge también arrastró el precio de otras monedas digitales. Sin embargo, otra intervención del CEO de Tesla bastó para que el precio de la moneda caiga estrepitosamente. Con solo un comunicado aclarando que la automotriz no aceptaría criptomonedas como medio de pago, la euforia alcista se transformó en desazón. 

Recientemente, Elon Musk volvió a usar la red del pajarito para intervenir en la cotización de otra moneda digital. Se trata de Dogecoin, una divisa que nació como una parodia de este ecosistema y lleva “acuñado” el perrito Shiba Inu célebre en el mundo de los memes. En esta oportunidad, el magnate promocionó esta criptomoneda y se disparó más de 35% en solo días. En efecto, las criptomonedas y sus vaivenes frenéticos, los emprendimientos sobrevalorados denominados “unicornios” y la canalización del capital hacia la constante bursatilización, son imágenes que caracterizan la época.  

El caso de Tesla es paradigmático en lo que respecta a la disociación entre valorización y producción real. Ya que, como ocurrió con las criptomonedas, las acciones de la compañía de Musk también experimentaron un salto exponencial en los últimos años. Es tal la magnitud de la suba especulativa de las acciones que la revista inglesa New Statesman se pregunta en un artículo si Tesla es una compañía automotriz o un casino. La misma revista especializada explica que mientras la empresa de automóviles eléctricos llegó a una valoración de u$s 750 mil millones en el 2020 comercializando 500 mil vehículos, General Motors casi que la cuadriplica en automóviles entregados, sin embargo su precio de mercado tocó los 62 mil millones de dólares. 

Inclusive, esta megavalorización  bursátil de Tesla tampoco se vio reflejada en la calidad de las unidades producidas. De hecho, las denuncias por coches con fallas en la suspensión, software, batería, entre otros reclamos, hacen mella en el mercado chino. Esto enciende las alarmas porque el país que preside Xi Jinping es el principal comprador de autos eléctricos a nivel mundial. En efecto, la Asociación de Automóviles de Pasajeros de China estimó que las ventas de Tesla bajaron 27% desde marzo. No pocos inversionistas alertan que las acciones estrella del mercado están sobrevaloradas.

Uno de ellos es Michell Burry, reconocido por predecir la crisis de las hipotecas subprime en el 2008. Este inversionista estima que el precio de las acciones está sobrevalorado, por tanto Tesla va camino al colapso. Burry señala que el valor de los papeles bursátiles de la automotriz se movió atado al incremento del Bitcoin, a raíz de la intervención del magnate en ese mercado. Por tanto, se trataría de una burbuja, montada sobre otra. De modo tal que asistimos a una economía que canaliza los flujos hacia la valorización constante; lejos de la producción de mercancías, circulación mercantil e inversión del dinero en máquinas y trabajadores. Inclusive, los popes de las finanzas son tan irracionales que poco les importa la sustentabilidad del sistema que habitan.

Nadie capta tan bien este desquicio como la película Gold (2016) del director Stephen Gaghan basada en el colapso financiero de una compañía minera luego de conocerse que el oro que respaldaba su exponencial crecimiento en la Bolsa de Valores era falso. Frente al interrogatorio del FBI, el presidente de la compañía  revela que “la única verdad es que cuando todos se están forrando de plata, a nadie le importa la verdad. El oro no existía. El hallazgo era demasiado bueno para ser verdad. Estaba a la vista de todos. ¿Por qué a nadie se le ocurrió comprobarlo? Porque a nadie le interesaba la verdad. Todos prefirieron creerlo. ¿Por qué? Porque estábamos ganando una fortuna”. 

 

 


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