Ed Impresa Pilar Ferreyra 13/04/2020

Sobrellevar el Covid-19: “Sentís que te están dando martillazos en la cabeza”

El testimonio de un bonaerense que vivió con su pareja y sus dos hijos durante más de diez años en Córdoba, emigró a España y no pudo zafar el calvario del coronavirus.

El viaje de Ricardo a lo largo de los trece días del Covid-19 ha sido vertiginoso. Su relato vale para que tomemos conciencia. (Foto: gentileza)


Especial para La Nueva Mañana

Por primera vez en 23 años, Ainé Puy y Ricardo Heurtley no celebraron esos años en pareja. El sábado 14 de marzo el gobierno español ordenó el estado de alerta que en nuestro país conocemos como “cuarentena”. Para el 15, día de su aniversario, Ainé llevaba varios días en cama con un dolor de cabeza infinito y fiebre.

El lunes 16, Ricardo empezó a sentir unas puntadas “muy fuertes” en la cabeza y a los dos días tenía casi 40°C de fiebre. Sin casi moverse, sin apetito, con el cuerpo adolorido, durante trece días fue respondiendo afirmativo a la progresión de los síntomas de los test de autodiagnóstico gubernamentales online del Covid-19. Pero nunca llegó un médico a visitarlos.

El único síntoma del auto test que hubiera obligado a la ambulancia estatal a dirigirse al domicilio de los Heurtley hubiera sido que él respondiese “no” al ítem, “se ahoga al respirar”. Como Ainé no llegó a tener todos los síntomas, y Ricardo no llegó a ahogarse al respirar, sino que tuvo tos y dificultades para respirar, prefirieron que una ambulancia asistiera a las personas cuyos síntomas eran los ahogamientos. Se sabe: el sistema sanitario español está colapsado.

La familia argentina Heurtley Puy vive en Premià de Mar, una ciudad española que está a 25 minutos de Barcelona, hace dieciocho meses. Y si bien en España se prohibió la asistencia a clases en todos los niveles entre las semana del 7 y del 13 de marzo, Ricardo, como tantos en nuestro país, subestimó los síntomas del Coronavirus. Evaluó mal, pensó que solo sería “una gripe” y prosiguió la rutina diaria.

Viajó varias veces en tren hacia Barcelona donde “varios pasajeros, muchos extranjeros, también, porque es una ciudad turística, tosían sin ninguna protección. Y la verdad, es que ni ellos se tapaban la boca ni yo hice nada para cuidarme”, sinceró Ricardo a La Nueva Mañana.

“Cuando esto se acabe, yo no voy a volver como un loco a la calle. Y si puedo no salir tanto, mejor. No sé si tengo ganas de enfermarme de vuelta”.

El viaje de Ricardo a lo largo de los trece días del Covid-19 se parece más a un recorrido de ida y de vuelta, desnudo y en invierno arriba de un carro de la montaña rusa, que a una gripe. Claro que cada persona lo vive distinto y que no todos presentan los mismos síntomas. Pero vale aclarar: Ricardo tiene 44 años, es una persona fuerte, saludable, jamás fumó y nunca antes tuvo algún problema respiratorio. Así, que, valga este relato para tomar conciencia de que lo mejor que se puede hacer es aceptar el consejo de los expertos en salud: Quedarse en casa.

“El lunes empecé con unas puntadas constantes e insoportables en el hemisferio izquierdo de la cabeza y con dolores en los ojos. No podía mirar nada fijo porque sentía que los tenía hinchados como dos huevos y me dolían. Tampoco sabía en qué posición ponerme: si tirado o parado. Así que estuve los primeros días en cama con los ojos cerrados y paños fríos encima de ellos. El dolor de cabeza es tan fuerte que sentís que te están pegando martillazos. Que te va a explotar la cabeza. Jamás en mi vida había sentido algo así. A los tres días empecé con mucha fiebre, tanta, que me acostaba vestido con un pantalón de polar, un buzo, dos colchas e igual, me sobrevenían largos escalofríos. Al tercer día de fiebre empecé a preguntarme qué pasaba porque no dejaba de transpirar ni de sentirme mal; así que empecé a preocuparme”, cuenta ofreciendo con este relato apenas una primera pincelada de los síntomas que el coronavirus puede regalarle a una persona sin antecedentes de enfermedades crónicas ni graves. A alguien de buena salud.

La familia argentina Heurtley Puy vive en Premià de Mar, una ciudad española que está a 25 minutos de Barcelona.

Cuenta que además de los escalofríos presentes los trece días, los otros dos síntomas permanentes fueron el dolor intenso de cuerpo y un exceso de sed. “Te levantás, te das una ducha, se te va el cansancio; y cuando terminás de secarte el cuerpo volvés a estar agotado. Te hacés un café apenas te despertás de dormir, claro, muy mal toda la noche, y te pesa la cucharita con la que le pusiste azúcar. El cuerpo requiere mucho más descanso de lo habitual. No ocho horas sino 20. Había envejecido treinta años”, sintetiza. 

Después de este cuadro aparecieron nuevos síntomas: pérdida del apetito, más cansancio físico y tos seca con mucosidades. “Tosés y tosés, pero cada vez que lo hacés, parece que estuvieras respirando debajo del agua cuando en verdad la nariz está seca. Entonces lo que te va pasando es que vas perdiendo capacidad respiratoria. No entra la misma cantidad de aire en los pulmones. Así que tenés que estar muy concentrado y tranquilo para respirar lo más que puedas. Una noche Ainé me despertó pensando que no respiraba más. La verdad es que los últimos días de esta enfermedad ya estaba asustado porque el virus no te suelta”.

Los últimos cuatro días cuenta Ricardo que aparecieron síntomas nuevos: Retorcijones de estómago muy fuertes. Así que, enojado de tanto sentirse mal, pasó el fin de semana de mal humor y mirando el techo porque ni leer ni ver TV se puede. No se disfruta de nada. “Finalmente anoche me dormí con mareos, como si se te cayera el techo encima, algo así, y hoy me levanté, un poco mareado pero sintiéndome fuerte otra vez” concluye.

-¿Y qué soñás con hacer cuando esta pandemia termine?

Cuando esto se acabe, yo no voy a volver como un loco a la calle. Y si puedo no salir tanto, mejor. No sé si tengo ganas de enfermarme de vuelta.

Es evidente que la pasó mal. Y que aún siente el dolor de cabeza, huesos, tos, falta de aire, en la memoria. Y el susto. Es que no es para menos. En España la pandemia se ha extendido mucho. Al jueves 8 de abril, los registros de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indicaron que la cantidad de casos en España ascendió a 140,510 y el número de muertes alcanzó a 13.798 personas. España es el segundo país con mayor número de infectados del mundo según los últimos registros de la OMS.

Hasta ahora, y gracias a la velocidad en que el Gobierno nacional y las provincias, se movieron, en Argentina se registran 1.630 casos. Pero ya lamentamos 53 muertes. Que las trágicas pérdidas provoquen algún sentido de cambio en el futuro de nuestro país y en el del mundo.

 

 


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