Agua de Oro, tranquilidad a orillas del río
Entre los tantos pueblitos que se agolpan a lo largo de la ruta E53, esta localidad se ubica a solo 45 kilómetros pegado a El Manzano. Un entorno relajado, un río pintoresco y propuestas gastronómicas de alto vuelo.
Especial para La Nueva Mañana
Los días de calor todavía no se van, así que la opción de darse una vuelta por alguno de los tantos ríos cordobeses sigue estando vigente y hasta resulta necesaria. Por su cercanía con la ciudad de Córdoba, Agua de Oro es un paraje para recomendar sin lugar a dudas.
Entre los tantos pueblitos que se agolpan a lo largo de la ruta E53, la principal de las Sierras Chicas, Agua de Oro se ubica a tan solo 45 kilómetros pegado a El Manzano. Si se va en auto, en una hora aproximadamente ya se puede estar arribando al lugar y cambiando el agobiante paisaje urbano por un refrescante río.
En colectivo, el trayecto es un poco más largo ya que la mayoría de las opciones incluyen paradas en cada uno de los pueblos. Hay tres empresas que, generalmente, salen cada media hora de la nueva Terminal de Ómnibus.
Siguiendo el río
El calor era intenso en la ciudad y decidí huir. Quería ir a un lugar que quedara cerca y que el río fuera de fácil acceso, y Agua de Oro cumplía con todos esos requisitos. Le pedí al chofer del colectivo que me bajara justo antes del puente, con tan buena suerte que justo allí se encuentra la Oficina de Turismo. En pocos minutos ya tenía un mapa en la mano y dos opciones para bajar al río, hacia ambos lados de la E53.
Tomé la alternativa del vado, bajando a la derecha de la ruta, a dos cuadras se encuentra el acceso al río Chavascate, con sus grandes arboledas que brindan una sombra generosa. Justo en ese punto se concentran tres restaurantes.
A pocos metros, hay un puentecito para cruzar hacia la calle de la costanera y así comenzar a recorrer. En ese sector, el río permanece bajo y con algunas piedras, pero justo en la curva, el lecho se pone más arenoso y hay una playa que es ideal para que disfruten los niños más pequeños, ya que la profundidad del agua es mínima.
Más allá, las dimensiones de las rocas se agrandan y anticipan que el ritmo del río cambia: una pequeña cascada con una olla no muy honda dan inicio a una sucesión de saltos que van moldeando el curso y creando lugares inmejorables para pasar el día. En esa ollita, unas chicas perseguían algo que desde lejos no lograba ver qué era, me acerqué y frente a mí pasó una “vieja del agua” de unos 30 centímetros que disipó todas mis dudas. Las chicas, lanza en mano, estaban intentando atraparla.
Siguiendo con el recorrido, bajo grandes arboledas hay playitas, piedras grandes que producen caídas de agua más pronunciadas y toboganes naturales donde unos chicos se deslizan sin parar, los pozos que se forman luego de cada cascada no son muy profundos.
Más adelante, donde el río se hace ancho, se forman piletas bajas y las ramas de los sauces caen brindando aire fresco y sombra. En una nueva curva, uno de los márgenes se hace más amplio y tiene un manto extenso de césped. Cruzando esa zona, se llega a una olla más grande y profunda donde se puede nadar, en todo el trayecto es la única de ese tamaño que pude ver.
En esta parte de la costanera hay un quiosco donde se puede comprar algo para comer y beber y también ofrece el ingreso al baño (a colaboración).
Aún me faltaba conocer el otro sector del río, el que está ubicado a la izquierda de la ruta, siguiendo la calle con el cartel que indica el camino hacia el poblado de Cerro Azul. A unas pocas cuadras también, ya se alcanza a ver el curso del agua que se mantiene bajo y con piedras pequeñas en su lecho. Por ese camino, también se llega a la capilla histórica San Vicente Ferrer construida en el siglo XVIII y convertida en Patrimonio Histórico.
Joyitas gastronómicas
En el mapa que me entregaron en la Oficina de Turismo, decía: “Mapa gastronómico - hotelero - cultural”, y es que Agua de Oro cuenta con exponentes reconocidos de la gastronomía cordobesa, que además tienen alojamiento. Uno de ellos es El Búho, una casa de jamones donde brindan cursos de elaboración del producto y tienen hostería y restaurante. Otro es San Leonardo, un hotel boutique, casa de té, restaurante gourmet y tienda de antigüedades. Su histórico edificio fue construido por el arquitecto Augusto Ferrari y se ubica frente a la costanera.
De Agua de Oro me llevé más de lo que fui a buscar. Quería escapar del calor y me encontré con un lugar agradable, relajado, con excelentes opciones gastronómicas y con un río que brinda muchos sectores para encontrar ese sitio ideal que nos haga compartir un momento de felicidad.
Más info de Agua de Oro
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