Del Olave ídolo, al Olave cuestionado
El ex arquero de Belgrano ahora manager del club figura entre los cuestionados por el hincha después de un 2018 con el equipo en zona de descenso. De ser el favorito de la gente a un papel más expuesto por los resultados.
Transcurrían 24 minutos del segundo tiempo y todo el Mario Kempes se puso de pie para aplaudir. Llegaba el homenaje a Juan Carlos Olave, el arquero ídolo-capitán, que cristalizaba su retiro de la actividad a los 40 años con la camiseta que lo vio brillar. Y ese minuto coincidía con el día del fallecimiento de su primero, el célebre cuartetero Rodrigo Bueno, cuya imagen siempre portó en su buzo de golero. Sincronicidad pura, nadie cree en las casualidades con semejante momento místico, coincidente con su penal atajado en el Monumental en el 2011.
En andas, ovacionado, Olave, ex Las Palmas, se iba con la frente en alto con un estadio que lo despedía con honores y gloria, por su gran legado en el club. A nadie le importaba la derrota 2-0 ante Rosario Central. E incluso ejecutó un tiro libre que rebotó en la barrera, mientras todos coreaban su apellido. Un camino directo a la galería de ídolos de la historia del club de Alberdi.
Dos años después, ya del otro lado de la línea de cal, su imagen figura en el centro de tormenta. El mismo hincha que lo aplaudía y lo ovacionaba, no solo por el imprescriptible penal atajado a Mariano Pavone en la Promoción ante River Plate, hoy es cuestionado por su papel de manager deportivo de Belgrano, en un momento de crisis.
Es cierto que ninguno es inmaculado en el fútbol, solo que llama la atención como ese paraguas de respaldo que bien se supo ganar con los guantes, ahora no le permite defenderse de este magro presente del “Pirata”, en zona de descenso y con riesgos latentes de caer en la B Nacional.
La bipolaridad de la gente con los ídolos
“El fútbol es una picadora de carne” y “ser DT o dirigente es una máquina de destruir ídolos”, son algunas de las frases metafóricas que describen las sensaciones generales dentro de la actividad. Describe perfectamente a esa amnesia pasional del hincha, que vive con la última secuencia de la película a la hora de analizar el momento.
Fue uno de los más criticados después de la derrota ante Tigre, donde varios hinchas se agolparon a las puertas del pasillo que conducen al vestuario, donde tampoco se escapó de la hoguera el presidente Jorge Franceschi de esa inquisición espontánea en la noche de Alberdi.
En esos mismos pasillos, Olave unos meses atrás tardaba horas en poder cruzarlo, porque el fanatismo de la gente no le dejaba pasar, y como “peaje” abonaba su camino con fotos, autógrafos y selfies. Incuestionable por su gran legado en Belgrano, hoy su panorama es diferente.
Es que al asumir una responsabilidad mayor, cada paso en falso cuesta en doble, sobre todo por ser inexperto en la materia y donde cada esfuerzo vale la pena si la elección es positiva o no. Es decir, si la pelota entra y es gol, o pega en el palo, cruza la línea y sale.
“Hemos cometido errores en las elecciones, nos hacemos cargo”, supo comentar, de manera sucinta, el arquero devenido en manager, a la hora de dar la cara. Incluso habían rumoreado algunos sectores no afines al oficialismo, su inminente renuncia en el cargo, aunque después fuera desmentida por el propio círculo íntimo de la dirigencia. Pero sin dudas este escenario era impensado para el último gran capitán, donde el ingrato fútbol provoca falta de memoria general, aunque claro está, su gran paso como jugador no debe ser mezclado con su compromiso ahora como manager. Son dos cosas diferentes y la primera tampoco tiene que ser vinculante con la otra.
Un manager pasional
Olave fue convocado por la dirigencia una vez culminado su retiro profesional. El despido de su amigo Esteban González del cargo de DT lo golpeó mucho, más algunas divergencias de vestuario con los más jóvenes, sustanciales a nivel generacional, lo motivaron a bajar el telón de una gran carrera y más de 12 años atajando en el club que le dio un nombre en el fútbol. Su integración a la institución formaba parte también de una acción política, en tiempos eleccionarios, como para estar siempre cercano al hincha y aprovechar su experiencia en una idiosincrasia particular como es la de Belgrano. Como se dice siempre, Belgrano no es un club para cualquiera.
El tema es que Olave no arrancó con el pie derecho en esa nueva función, en una estructura donde la mayoría de las contrataciones son a cargo de Armando Pérez. Sin embargo, es inevitable referirse al final de la temporada pasada, cuando varios jugadores del plantel se fueron de licencia una vez terminado el torneo, cuando restaba el partido ante Platense por Copa Argentina.
El equipo “Calamar”, recientemente ascendido a la B Nacional, lo eliminó con justicia desnudando falencias y un clima inestable que hasta hoy perdura. Con la renuncia de Pablo Lavallén consumada, Olave quedó expuesto, porque tras la elección de Darío Cavallo como interino, aquel partido se lo pudo ver al ex arquero en el banco de suplentes dando indicaciones a los jugadores, a la par del DT.
Las críticas cayeron sobre su persona, en su afán de ser omnímodo, abarcó más de lo que su mano puede apretar y las derrotas no tienen piedad nunca. En la cancha siempre fue pasional, histriónico, de sangre caliente, impulsivo. Son características que ahora como manager debe dominar para no caer en el caos emocional.
De todas maneras Olave sabe de estas batallas y su espíritu no claudica, porque esa convicción lo llevó desde el humilde Las Palmas (club donde nació y donde se retiró) hasta Europa, con Belgrano como su bandera insigne. Buscará su revancha a pesar del dolor, siempre dando la cara, como hizo habitualmente. Y siendo consciente sobre todo que en las malas, la mayoría de los hinchas no tienen memoria a la hora de juzgar. Pese a quien le pese esa ingratitud es cultural, moneda corriente y quien no se adapte emocionalmente, corre el riesgo de frustrarse para todo el viaje.
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