“Manejar un camión con 45 mil litros de combustible me hace sentir superheroína”

Dolores Guldris tiene 36 años, es camionera, mamá y feminista. En diálogo con LNM habla de los desafíos de elegir y conseguir un trabajo históricamente masculinizado.

Ed Impresa 07/07/2023 Consuelo Cabral Consuelo Cabral
Dolores Guldris ©t witer

chapa_ed_impresa_01   

MUJERES AL VOLANTE

Cuando Dolores Guldris tenía cinco años soñaba con manejar. Agarraba un cajón de manzanas, se metía adentro y conducía con la misma atención y alegría que lo hace 25 años después en un camión de YPF, cargado con 45 mil litros de combustible, y ‘tuneado’ con peluche rosa a más no poder, un color que nunca le gustó pero que adoptó como una forma de plantarse en un trabajo históricamente masculinizado.

“Traslado una bombita, lo sé, pero la gente también lo sabe y cuando voy por la ruta se alejan o tienen cuidado. Y lo del rosa, es gracioso. No me gusta asociar el género a un color, pero funciona cuando paso por pueblitos y las niñas salen y gritan ‘mirá mamá, una chica en un camión y ahí ya gané. Es mi manera de aportar un granito de arena para que las mujeres y las disidencias sepan que nosotres también podemos”, le cuenta a La Nueva Mañana en el Tercer Encuentro Nacional de Mujeres Sindicalistas que se lleva a cabo en Rosario, la ciudad donde vive junto a su compañero, y sus hijes, de 12 y 7 años.

En diálogo con La Nueva Mañana, Dolores hace un repaso por ese recorrido -del auto al colectivo y del colectivo al camión- y por los desafíos que encontró y encuentra día a día, así como también reflexiona sobre el feminismo y la influencia que tuvo y tiene en ella a la hora de pensarse y de pensar en el resto de las mujeres e identidades feminizadas.

-¿Cómo surge en vos la idea de manejar, ser conductora, y camionera, con todo lo disruptivo que eso -todavía- implica?

A los cinco años, como vengo de una infancia humilde, me sentaba en un cajón de manzanas y me imaginaba que era un auto. Así que desde muy chiquita, tengo amor por lo que es la conducción. A mis 15 años no quería una fiesta, quería una moto. Tampoco aspiraba a un auto, porque la economía no se podía acceder. Obviamente mi familia no pudo regalarme una moto, así que a los 15 años entré a trabajar y a los 18 años me pude comprar mi primer vehículo. Y bueno, ahí fui escalando, de la moto al auto, del auto al colectivo y del colectivo al camión.

-Primero fuiste colectivera y después camionera. ¿Cómo se dio ese salto?

El salto al colectivo fue cuando tenía 24 años más o menos. No lo recuerdo bien y eso es lo que más lamento. Me parece que lo escuché en una nota que me hicieron. Por eso siempre agradezco a los medios porque es re importante visibilizar estas profesiones que son históricamente masculinizadas. Esa visibilización hace que otras niñas, otras mujeres, otras disidencias escuchen y se les prenda esa lucecita que se me prendió a mí, que dije, ´guau, un colectivo, ¿y por qué no? Si yo el auto ya lo conduzco hace varios años y me encanta, entonces saco la primera licencia profesional a los 24 años y empiezo a enviar mi currículum con toda la esperanza. Pero la respuesta siempre era negativa: “mujeres no, mujeres no, mujeres no”. Y cuando tuve que renovar mi licencia dos años después, decido bajar de categoría y quedarme con la del auto como desesperanzada de que eso nunca iba a llegar.

¿Y qué pasó para que volvieras a intentarlo?

A los 28 años en la Municipalidad de Rosario largan una capacitación en conjunto con la UNR, con la Universidad Nacional de Rosario, donde capacitaban a 30 mujeres para sacar la licencia de colectivo y los servicios de emergencia. Duró casi un mes, la capacitación tuvo práctica, nos tuvimos que capacitar con colectivos de línea y ahí fue mi primera beca obtenida. Entre 800 mujeres que nos anotamos, yo fui una de las 26 seleccionadas. Al año siguiente, unas amigas me etiquetaron en las redes sociales en el programa conductoras Scania. La empresa Scania de camiones larga todos los años el programa Conductoras, donde se anotan mujeres de distintos países y solamente quedan 12. Te toman un examen online y los mejores 12 promedios son las que acceden. Y yo tuve la suerte de haber sido una de las 12. Ése fue mi inicio con el camión.

Además de todos los desafíos que tuviste y debes tener, ¿qué sentiste cuando pasaste del colectivo al camión?

La flasheé. Cuando me subo al camión me siento una superheroína, la mujer maravilla. Acá puedo hacer cualquier cosa. La primera vez que me subí dije “si yo puedo manejar esto, puedo cualquier cosa’ y ahí enloquecí con el camión. Dije’ esto es lo mío, esto es lo que quiero’ y ahí empecé a machacarme todos los días que era lo que quería y empecé a insistir, a golpear puertas, hasta que recién el año pasado pude obtener mi primer trabajo en blanco como conductora de camión.

Dolores Gurdis

-¿Cómo es tu trabajo?

Manejo un camión de mercancías peligrosas. Traslado una una bombita de 45.000 litros de combustible de YPF. A veces me tocan distancias cortas y otras largas, en los que estoy varios días fuera de casa. Y aunque parezca y sea de mucho riesgo, sabemos que los demás conductores tienen pánico, pero si una es cuidadosa y tiene todas las medidas de seguridad no tiene por qué tener miedo porque está haciendo las cosas correctamente.

¿Y vas sola en el camión? ¿Qué pasa cuando la gente ve que es una mujer quién maneja?

Voy sola, no se permite llevar acompañante. Completamente sola, así que es cucho mucha música, tomo mucho mate, y escucho muchos podcast feministas, y así. Mi camión es mi compañero, yo le digo el caniche rosa, porque lo decoré con peluche de ese color, que no me gusta y nunca me gustó pero es estratégico. Y funciona. Porque cuando una niña, o mujer, o disidencia, me ve pasar, siempre se les ilumina la cara de sorpresa y ése es mi granito de arena en la sociedad. Que sepamos que tener el mismo derecho y acceso que los hombres a puestos históricamente masculinizados y a la vez muy bien remunerados. Estamos consiguiendo que las mujeres se independicen económicamente. Inlcuso para que las que son víctimas de violencia de género y no pueden salir por la cuestión económica, saber que sí hay un camino, que lo pueden hacer, que pueden salir de ese lugar.

¿Cómo te ven las infancias, las niñeces?

Es hermoso. Cuando paso con el camión por algún pueblito siempre están los niños y las niñas cerca de la ruta, haciéndote señas para que le toqués la típica bocina camionera. Entonces vos cuando pasás tenés que entrar a tocar bocina para que los chicos escuchen y festejen. Y lo mejor de eso son las caras de asombro. Quedan como paralizados, como diciendo ‘mira mamá, una chica maneja ese camión’. Y eso es lo que a mí más me reconforta porque sé que estoy logrando mi objetivo.

Además de camionera, sos mamá. ¿Cómo es complementar ambas cosas?

Tengo dos hijes, uno de 12 y otra de 7. Es complicado. Pero una nunca deja de ser madre, ni un minuto. Yo desde el camión estoy organizándole las 24 horas del día, los siete días de la semana toda su rutina. Les organizo pijamadas con amigos para que no padezcan tanto la ausencia de la mamá. También tengo a mi compañero con el que nos acompañamos y compartimos el cuidado. Hoy en día nos favorece la tecnología. Desde el camión puedo hacer la compra del súper, comprar las cosas que necesitan para las las tareas, y cuando nos volvemos a ver es una fiesta en la que aprovecho cada minuto.

  

Edición Impresa Nro.: 318

Seguí el desarrollo de esta noticia y otras más 
en la edición impresa de La Nueva Mañana
 
Todos los viernes en tu kiosco ]


Últimas noticias
Lo más visto