Especial para La Nueva Mañana

Cuando el valor del dólar oficial se encareció cerca del 30%, post elecciones primarias, los reportes que analizan la performance de la economía argentina proyectaron que la actividad caería más de lo que preveían hasta ese momento. Así lo demostraba el Informe de Perspectivas Económicas Mundiales del FMI y en el mismo sentido se expedían los reportes del Banco Mundial. Asimismo, las consultoras locales también engrosaban su estimación de recesión para este 2023. Sin embargo, a tres meses de la devaluación del peso, no todos los indicadores económicos muestran deterioro.

El nivel de consumo actual mantiene una performance por arriba de lo que se estimaba meses atrás cuando se esperaba que caiga dada la volatilidad económica. Parecía que un combo de alta inflación, devaluación e inestabilidad crónica del tipo de cambio terminarían por derruir la demanda. Sin embargo, lo que se dio fue un adelanto de consumos. Ocurre que la alta inflación crónica moldea las conductas de los consumidores que para evitar el deterioro del poder de compra de sus ingresos en pesos los cambian rápidamente por bienes. 

El consumidor argentino, un mutante de la inflación

Desde la consultora Ecolatina detallan en su último reporte de coyuntura que la inflación acelerada, más la incertidumbre y restricciones a la compra de dólares para preservar valor, hace que el consumo sea “como una alternativa de ahorro”. De modo tal que, en este contexto, la devaluación tuvo un efecto menos negativo del esperado. Es decir, al ser el consumo el mecanismo de defensa frente a la inestabilidad, la perspectiva negativa del futuro termina por ser un estímulo al consumo de hoy, en una economía altamente indexada.   

En el consumo masivo hubo picos de demanda superiores a lo habitual durante el mes pasado, como manifestaron desde la Cámara de supermercados de Córdoba al ser consultados. Pero donde más se advirtió este fenómeno fue en bienes durables. Específicamente en electrodomésticos de línea blanca y artículos electrónicos que ya acumulaban un segundo semestre con incremento de cantidades vendidas (según datos de Indec) y las semanas previas a la elección se aceleró su demanda.

El informe más reciente sobre esto último lo publicó el Instituto de Estudio de Consumo Masivo en donde observaron que entre el 5 y el 17 las ventas de celulares, tablets, smarts TV y lavarropas tuvieron un boom. Inclusive, a pesar de las subas de precios que estos artículos tuvieron preventivamente esperando el peor de los desenlaces respecto al dólar. Estos picos de demanda sumado a la buena performance que este sector acumuló en los primeros seis meses del año auguran un buen 2023 tanto para los productores de estos bienes como así también para quienes los comercializan.

El ladrillo también atrajo a ahorristas

Esta oleada de demanda también mojó otras costas. El mismo fenómeno se observó en la demanda de materiales para la construcción que también fueron elegidos como refugio ante la inestabilidad. El Índice Construya que evalúa la rotación de los principales insumos para la obra privada creció 15% en relación a septiembre, ubicándose casi 2% arriba los valores de octubre, pero del año pasado. Si bien este pico despertó al sector, aún acumula números de venta menores a los del año pasado. Vale destacar que en el 2022 los despachos de cemento llegaron a niveles históricos, según las cifras de la Asociación de Fabricantes de Cemento Portland.

Por otro lado, la obra pública que es el sector mueve el amperímetro en esta cadena también muestra una realidad ambivalente. Desde la Cámara de la Construcción de Córdoba explicaron a La Nueva Mañana que pese a que los grandes proyectos se están terminando se mantiene el nivel de empleo en la provincia. En suma, si bien en la comparación este año terminará con un nivel de actividad menor al anterior (destacado por una gran dinámica), desde la cámara subrayan que la obra pública cordobesa “ha sido muy superior y sostenida” en relación al promedio nacional. 

¿Devaluación sin recesión?

Es cierto que cada vez que el dólar dio un salto de un solo tirón, la economía acusó el golpe. Las devaluaciones van de la mano de contracciones profundas en los niveles de actividad. La que ocurrió hace tres meses tiene sus particularidades. Si bien se espera que el 2023 finalice con una contracción del nivel de actividad en relación al 2022 (en donde hubo una expansión del PBI de 5%), sería menor a la esperada. El efecto consumo anticipado motorizó una de las turbinas claves de la economía. 

Es una demanda impulsada por expectativas negativas, pero nada de esto sería posible sin pesos. Ocurre que la escalada del dólar post PASO y el calentamiento de la demanda se da en un contexto de alto nivel de ocupación. Con mucha actividad no declarada; trabajadores con ingreso en negro que requieren de estímulos para poder subsistir; pero también con un mercado de asalariados registrados que no sufre contracciones desde julio del 2021.

Desde una posición optimista vemos que, pese a la escasez de divisas, caída de las exportaciones agropecuarias por la sequía, inflación proyectada de 130%, alta inestabilidad política (en consecuencia, también económica), el nivel de actividad industrial (la otra turbina de la economía) se mantiene levemente por debajo de los valores del año pasado. Desde una pesimista, no podemos soslayar el sinsabor de ahorrar en latas de atún en lugar de hacerlo para pagar un crédito hipotecario, que es lo que hace la gente en economías solventes. Es el resultado de la acumulación de muchos años contractivos. 

No obstante, el punto de partida para un eventual plan de estabilización con perfil productivo es más promisorio de lo que se comenta habitualmente.

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