Primer cumpleaños sin Maradona: buscando a Diego en la pelota y las palabras

Diego Maradona encarnó una leyenda inigualable. A tal punto que llega a provocar la duda de si fue una invención de nuestra memoria. Hasta que llegan las jugadas y la literatura.

Ed Impresa 30/10/2021 Marcos J. Villalobo Marcos J. Villalobo
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“Qué me importa lo que Diego hizo con su vida, me importa lo que hizo con la mía”. (Fontanarrosa)

Por estas horas hago zapping en la tele y hay partidos por doquier. Muchos-muchos-muchos partidos que hasta agobian. Paro un rato en cada uno de ellos. No me logran seducir. Tantos partidos y tantas tácticas, tantos soldaditos, tantos buenos futbolistas atados a un esquema. No rompen el molde. Soldados a la orden de la estrategia del entrenador. Pero hay buenas jugadas. Juegan bien. Juegan muy bien. Pero no sorprenden. No me sorprenden. Entonces sigo haciendo zapping con ansias de encontrar algún rebelde con la pelota.

Por estas horas tengo nostalgia por aquellos tiempos en que la vida era más simple y uno disfrutaba del placer de ver jugar a Diego Armando Maradona.

No había partidos a cada rato. Lo esperábamos a él. Y él, con la pelota en esa zurda maravillosa nos daba aire para seguir respirando. Nos hacía creer que los sueños eran posibles. En que no siempre hay que ser soldados. Nos hacía creer en Papá Noel. Nos hacía creer en los magos. En la magia. En el firulete. En la vida de arco iris. Nos hacía creer que con la pelota en los pies se pueden conquistar mundos y hacer caer imperios. 

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Como cada año en Córdoba se celebró EL MES DEL DIEGO. En esta oportunidad la actividad se realizó el jueves 28 en el pasaje Aguaducho, en barrio Alberdi, donde un grupo de “maradoneanos” se juntaron, escucharon música dedicada a Maradona, vieron videos de goles del “Diez” e hicieron serigrafía en remeras con imágenes del mejor futbolista de todos los tiempos.

Quiero fútbol, quiero algo del “Pelusa”. Por eso me aferro a Lionel Messi, al Kun Agüero y a la Joya Dybala, por eso me aferro a Julián Álvarez, al Flaco López y al Colorado Barco, por eso me aferro al Chino Zelarayán y a Bruno Zapelli, por eso me aferro a Bebelo y a Pastore, por eso me aferro a Cavagnero y al pibe Vera, por eso me aferro al Beto Velardez, por eso me aferro a la Pepa Gómez y a Banini, por eso me aferro a la Beti Soriano, a Dalma Mansilla y a Flor Bonsegundo. Por eso quiero potrero, quiero fútbol para no extrañar tanto a Maradona.

Caparrós cuenta en su más reciente libro (Ahorita) que “en Inglaterra un niño de diez años promedio posee 238 juguetes...”. Pensar que Diego y nosotros, los que amamos al “Pelusa”, teníamos y amábamos un solo juguete: la pelota.

(Viste, Martín, en un texto homenaje al Diego te cito. Qué ironía. Y sí, su casa merecía ser declarada “Lugar histórico nacional”. Es más, debería ser Patrimonio de la humanidad. Con toda la admiración real que te tengo, “se te escapó la tortuga”)

¡Te extraño, Diego! Te extraño cada día de mi vida.

Maradona00002Me pregunto, mientras escribo y evito romper en llanto, si la vida misma no es una invención de la memoria. Hasta temo que haya sido real el juego de Borges y Bioy Casares (Esse est percipi). ¿Existió el gol a los ingleses? ¿Y si es como el cuento de Sacheri (El apellido termina con A)? ¿Existió ese abrazo familiar?
Diego se fue y nos dejó recuerdos a borbotones. Por eso, sí sé que existió. Sí sé que ni Gabriel García Márquez hubiese logrado captar la esencia de pueblo del Pelusa. A veces los “odiadores seriales” me confirman que existió. Su veneno antipopular que lo recuerda a cada rato, me hace recordar porque lo quise tanto. Existió porque Galeano, que alumbró y conmovió con cada letra, sostenía que Maradona “venía cometiendo desde hacía años el pecado de ser el mejor”. Por eso, a esos odiadores les molesta. Por eso, me convenzo más que no lo soñé. “¡No lo soñé!”.

Y es así que, como enseñó el maestro Ariel Scher, la literatura siempre puede resolver cualquier peor noticia. Entonces sí, si existió. No fue una invención de mi memoria. Me lo confirma Mario Benedetti en su poema:

“Hoy tu tiempo es real, nadie lo inventa.
Y aunque otros olviden tus festejos,
las noches sin amor quedaron lejos
y lejos el pesar que desalienta.
Tu edad de otras edades se alimenta,
no importa lo que digan los espejos,
tus ojos todavía no están viejos
y miran sin mirar más de la cuenta.
Tu esperanza ya sabe su tamaño
y es por eso que no habrá quién la destruya.
Ya no te sentirás sólo ni extraño.
Vida tuya tendrás, y muerte tuya.
Ha pasado otro año y otro año le has ganado a tus sombras
¡Aleluya!”.

Llega otro 30 de octubre y aunque no está entre nosotros físicamente, está más presente que nunca. Existe en el corazón de cada pibe o piba de barrio que soñó con conquistar el mundo. Existe en el corazón de cada madre o padre que anheló que sus hijos sueñen en grande. Existe en cada argentino y argentina que se levanta por la mañana y sale a querer ganarle a la inflación y a los nefatos gobiernos que nos tocan en suerte. Existe en esa sentencia del Gordo Soriano: “Maradona es el gran relato de este país. Un gran relato que todavía no terminó...” 

Existió, existe; por eso este 30 de octubre existe y seguirá existiendo.


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