Trabajadores de la ex Plascar: “Un ancla de titanio para un bote de madera”

Rodeados por el silencio de máquinas que cotizan en $35 millones, muelen el plástico viejo para poder pagar la boleta de luz. Ahora son Cooplascor y sueñan con un proyecto de reciclaje al que le faltan las gestiones del Estado.

Ed Impresa 16/08/2019 Miriam Campos Miriam Campos
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Cooplascor es el nuevo nombre de la empresa. Plascar como tal, dejó de existir en Córdoba el 27 de agosto de 2017. (Foto: Javier Imaz / LNM)

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“Es gente que estaba automatizada, muchos compañeros al principio, cuando ya había cerrado la planta, venían con la ropa del laburo. Se levantaban a las seis de la mañana y se quedaban sentados en la cama, hasta que se hacía la hora de venir acá. La mitad de la vida, muchos de ellos, la pasaron en la fábrica”, dice Miguel Maldonado, quien encabeza la cooperativa de trabajo, ahora llamada Cooplascor, tras el cierre definitivo de Plascar, en agosto de 2017.

Ahora, habilitados como cooperativa de materiales plásticos, pintura e inyección, tienen un proyecto de reciclaje, pero necesitan de las gestiones del Estado para concretarlo: armado de una cadena y legislación sobre el tema. “Solo necesitamos políticas de Estado y gestiones del ministro Roberto Avalle, para que articule el proceso de reactivación, tal como lo indica el lema que tienen colgado en una puerta del ministerio: ‘vincular y generar lazos de trabajo’”, dicen los trabajadores.

Cooplascor avanza, además, en un acuerdo con la Universidad Tecnológica de Córdoba para retomar los ensayos para pintar productos de la empresa Alladio y proporcionarle valor agregado. “Fue el resultado de una gestión de pelearla, tocar puertas, esperar, muy desgastante. Por suerte tuvimos la respuesta de Rubén Soro, decano de la UTN, quien se puso a disposición de esta lucha, compañeros de la universidad con ganas de dar vuelta la tortilla y la predisposición de los chicos de ingeniería”.

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La Cooperativa tiene un proyecto de reciclaje, pero necesitan de las gestiones del Estado para concretarlo: armado de una cadena y legislación sobre el tema. (Fotos: Javier Imaz / LNM)

En el medio del mar y sin remos

Tras la toma de la fábrica y en camino a convertirse en empresa autogestionada, estuvieron parados casi un año por la deuda de $2.500.000 de luz que dejó Cristian Filipczak, el antiguo presidente de Plascar, que integraba un “holding” internacional pero que se declaró insolvente.

“Cuando este tipo se fue, es como si nos hubiera dejado en el medio del mar sin ningún remo”, cuenta Marta, una de las pocas mujeres que quedaron en la cooperativa, y agrega: “Nos desarmó la vida”.

Los trabajadores recuperaron parte de los datos contables de la empresa y estiman que Filipczak, se llevó cerca de $1.000 millones en sus bolsillos. Este empresario pudo ser denunciado hace poco tiempo, cuando los trabajadores lograron asimilar la burocracia y la dimensión de la estafa.

La última vez que rastrearon al empresario, tenía domicilio en el mismo country de Buenos Aires donde vive Marcelo Tinelli. Acá en Córdoba, los 83 operarios que conformaron la cooperativa, -de los cuáles están activos poco más de 40-, viven con los $4.000 que les brinda la Provincia, por capacitación y de las changas informales que consiguen.

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“Tengo 48 años y uno ya sabe que el sistema laboral no está hecho para nosotros. Uno sabe que es grande pero no se siente como tal, así que la estamos llevando”, dice Gustavo quien trabajó 28 años en la ex Plascar. (Fotos: Javier Imaz / LNM)

Algunos en sus casas solo pueden pagar la luz, pero no el agua, ni hablar de los otros servicios. Algunos con enfermedades crónicas, un mes toman la medicación y otro mes, no pueden. Algunos también comen todos los días en la fábrica, donde cocinan comunitariamente para “poder ahorrarse” el almuerzo. Algunos, incluso, ya perdieron sus casas, fueron vendiendo el televisor, la heladera, la cocina, los muebles, todo. La desocupación es carne viva, expuesta en el día a día.

“Le ponemos mucho a todo esto, cuando se caían los contratos conseguidos para trabajar y nadie nos habilitaba la luz, atravesaba la puerta de la fábrica y me volvía a casa en mi moto, llorando de la impotencia”, dice Miguel, que tiene 38 años y es uno de los más jóvenes. “Esto se siente como un ancla de titanio para un bote de madera”, agrega.

La mayoría ronda los 50, y tienen entre 25 y 28 años de antigüedad. El resto, supera los diez años de haber trabajado en Plascar.

“Tengo 48 años y uno ya sabe que el sistema laboral no está hecho para nosotros. Uno sabe que es grande pero no se siente como tal, así que la estamos llevando”, dice Gustavo que con los otros compañeros, desde que tienen luz, muelen los plásticos viejos que había en la empresa para poder pagar las tres boletas por el servicio tras la habilitación.

La escena es surrealista: hace dos meses recién la ex Plascar volvió a tener energía eléctrica y llegaron las boletas aún sin actividad productiva, la primera factura fue por $260 mil, que con todo el plástico viejo que había en la planta, molido, lograron solventar el costo. El segundo mes, la boleta fue de $660 mil, lo cual ya fue insostenible, y en esta última vuelta, les espera una deuda de $990 mil. “Nos están tirando con todo porque no pueden concebir, que semejante infraestructura, esté a cargo de la peonada”.

La situación es compleja, porque ahora la jueza Verónica Vidal, del tribunal N°12 de San Martín, en Buenos Aires, (cerca de la planta de Tortuguitas) planteó como inminente el remate y le da lugar al reclamo del abogado de un mexicano -que apareció de la nada- que asegura ser propietario del espacio de la planta. Se hizo una nueva tasación y se actualizaron los números por lo que para los trabajadores sería imposible ser oferentes.

“Solo necesitamos políticas de Estado y gestiones del ministro Roberto Avalle, para que articule el proceso de reactivación, tal como lo indica el lema que tienen colgado en una puerta del ministerio: ‘vincular y generar lazos de trabajo’”.

“No puede ser que dependamos de un juzgado de Buenos Aires, que ni siquiera vela por las indemnizaciones de todos los compañeros”, reclaman los trabajadores.

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“¿Dónde quedó el trabajo para los operarios cordobeses?”, queda zumbando la pregunta en medio de esos 12.000 metros cuadrados que ocupa la fábrica en el Parque Industrial Ferreyra. (Foto: Javier Imaz / LNM)

El gigante dormido

Cuando funcionaba a tope, la autopartista hacía inyecciones, pintura y hasta el armado de piezas automotrices. “Todo ese trabajo se lo llevaron a Brasil o Buenos Aires. El paragolpe de un auto Fiat, por ejemplo, ahora tiene casi mil kilómetros de logística y nosotros estamos a 800 metros con toda la maquinaria parada”, cuenta Miguel.

¿Dónde quedó el trabajo para los operarios cordobeses?”, queda zumbando la pregunta en medio de esos 12.000 metros cuadrados que ocupa la fábrica en el Parque Industrial Ferreyra, al sureste de la Ciudad.

Cuando cerró la empresa los trabajadores estaban en asamblea. Miguel recibió un mensaje desde de su casa: “Te llegó un telegrama”, le dijeron. Ese día fue el primero en enterarse que estaba sin trabajo, atrás le sucedieron sus otros 242 compañeros.

Hoy Cooplascor, “es un gigante dormido”, dice uno de los trabajadores. Abruma ese espacio de techos altísimos, lleno de maquinaria en silencio y trabajadores esperando poder activarlas.

La autopartista tiene una infraestructura instalada que no cualquier fábrica tiene, las seis máquinas con tecnología alemana que hay, cotizan entre los 20 y 35 millones y en los picos de producción logró generar ganancias entre 130 y 150 millones de pesos al mes.

El puente grúa sobre rieles tiene capacidad para levantar 60 toneladas. Abajo está el sistema de decantación, arriba el sistema de filtrado. “Es una de las pocas fábricas con un sistema de gas instalado a media presión y nosotros estamos acá, viéndonos la cara”, dice Miguel y agrega: “Queremos entrar en el sistema de reciclaje del plástico en Córdoba, en serio, de una vez. Y la vamos a pelear hasta lo último, de eso es lo único que estamos seguros”.

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Una veintena de trabajadores llevaba cerca de 25 años trabajando para Plascar, cuando fueron despedidos por telegrama mientras estaban en asamblea, sin recibir la indemnización que les correspondía. (Foto: Javier Imaz / LNM)



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