Armando arquitos de ilusiones

Sensaciones urgentes de la necesidad de volver a la niñez y salir a jugar al fútbol para recordar sobre el valor de patear una pelota.

PEQUEÑOS RELATOS

... Y empezamos a jugar. El “Penano” agarró un ladrillo que estaba guardado entre unos escombros y el Dieguito sacó un buzo viejo; y entre los dos armaron un arco en el fondo de casa. Minutos antes habíamos estado sufriendo con los goles que los colombianos nos hacían. Teníamos tristeza y no entendíamos nada. Terminó el partido, apagamos la TV, Colombia le había ganado 5-0 a nuestra Selección y en vez de ponernos a escuchar las críticas y sin saber qué pasaba en el mundo de los adultos, nos pusimos a jugar. Entre nosotros tres, pibes, nos pusimos a jugar a las mareaditas y el que se comía un caño iba al arco. Jugábamos a ser “Maradona” y “Caniggia”, nuestros dos héroes que no habían estado en ese partido de las Eliminatorias en 1993. Jugamos, nos divertíamos, éramos niños, y para nosotros el fútbol era jugar, el fútbol era divertirse, el fútbol era soñar con ser Maradona.

¿Y por qué esta anécdota? Tras la derrota de Argentina ante Croacia sentí mucha tristeza, como todo hincha argentino. Y dolor por las cosas que leía en las redes sociales o escuchaba en la tele. No estaba en “modo periodista”, estaba en “modo hincha”. Y sentí muchas ganas de salir a jugar al fútbol con mis hermanos, armar una canchita en el fondo de casa y soñar con tirarle un caño al Penano, que siempre era difícil hacérselo. Quise volver a ser niño para jugar y que el fútbol sea sólo jugar y no esa hoguera armada por “los adultos”. Entonces, entre tanta basura de las redes sociales leí un tuet del periodista Dante Leguizamón que decía:

“Lógicas
Faustino (14) se juntó con amigos a ver el partido.
- ¿Se pusieron mal con Argentina?
- Mal no.
- ¿Embolado?
- Y con Willy Caballero cómo...
- Y después del gol de Luca Modric
- Ahí sí y decidimos irnos.
- ¿A dónde fueron?
- A la canchita, obvio, a jugar al fútbol”.

Y sentí alivio, porque entendí que Leguizamón al contar la historia de Faustino quiso ser como Faustino. Entonces a los pocos minutos el colega Mauricio Coccolo rememoró:

“¡Pero claro! Si es un partido de fútbol, nada más. Exactamente lo mismo hicimos con un amigo en el 0-5 contra Colombia, más: después del 0-2 salíamos al patio a imitar los goles colombianos”.

Y ya no era alivio, era emoción. Mauricio también. Minutos más tarde, el Turco Nahum narró que sus mellizos “salieron a patear a los 20 minutos del segundo tiempo”. Entonces, también en la red social twitter, Martín Carranza rememoró: “Nosotros, seis hermanos varones, terminó el partido contra Rumania en el ‘94 y nos fuimos a jugar al ‘25’. En la calle, dos árboles, cordón mediante, eras los palos”.

Simplemente fútbol, simplemente niños. 

Debo confesar, también, que hubo un momento, apenas concluyó el 0-3 ante los croatas, que me maldecí por ser tan apasionado por el fútbol. ¿Por qué existe el fútbol? ¿Por qué me gusta el fútbol? ¿Por qué Diego Armando Maradona me hiciste querer tanto a la Selección argentina? Pero fueron sólo segundos, ya que rápidamente a esas tres preguntas que me aturdían, me surgieron como respuestas más preguntas. ¿Alguna vez pensaste en un mundo sin fútbol? ¿Y si no hubiese existido la pelota cuando eras un pibe en Embalse, qué? ¿Y si el Diego no hubiese eludido “a tanto inglés, para que el país sea un puño apretado...”?
El fútbol, como dice el mexicano Juan Villoro, es “una de las grandes intrigas de la historia cultural del siglo XX”; y no me siento capacitado para resolverlo.

Ese componente lúdico que nos enamoró de este deporte no desaparece, porque de una u otra forma nos lleva a esa etapa de infantes. Entonces, cuando aún me aturdía el gol de Modric, sentí la misma sensación que tuve de infante cuando el “Tren” Valencia nos convertía en el Monumental. Y tuve ganas de estar en mi pueblo, volver a tener 13 años, y salir a jugar al fútbol con el “Penano”, el Dieguito, y seguro después se iban a sumar el “Mono”, el Roberto, el Lucas, el “Rana” y el Diego Flores, y el partido con los croatas quedaría en el olvido para nosotros, y que los “adultos” se encarguen de sus basuras, sus hogueras y humillaciones.
Porque sí, Mauricio, es como dijiste “claro, es fútbol”; y el fútbol es para jugar, para soñar que podemos ser Messi o Maradona, y para permitirnos ese regreso voluntario a la infancia.
¿Se animan a un picado? ¿Dónde y cuándo? ¿Quién tiene pelota?


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