Tres libros, tres clásicos del siglo XX con historias de verano y vacaciones

Al alcance de cualquiera, están las fabulosas historias encerradas en los libros invitándonos a vivir sus aventuras, entreteniéndonos y enriqueciéndonos al mismo tiempo.

Ed Impresa 21/01/2022 Flavio Colazo
Ttres clásicos del siglo XX
Marcel Proust; Thomas Mann; Norman Mailer.

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Especial para La Nueva Mañana

En los días en que el capricho del clima no prodiga favores para las actividades físicas recreativas a quienes se encuentran disfrutando de los día de vacaciones, la compañía y el disfrute de un buen libro puede resultar un solaz, toda vez que el maravilloso artefacto encuadernado no solo se adapta a cualquier clima, sino que, además, prescinde de todo soporte energético, soportes que también han presentado inconvenientes  impidiendo al vacacionista, por ejemplo, el acceso al entretenimiento por la vía de los medios audiovisuales.

Entonces, al alcance de cualquiera, están las fabulosas historias encerradas en los libros invitándonos a vivir sus aventuras, entreteniéndonos y enriqueciéndonos al mismo tiempo. En esta ocasión -y toda vez que los nuevos textos son ampliamente difundidos y divulgados por editoriales y medios-  nos atrevemos a recomendar, a quienes aún no los hayan leídos, algunos textos y escritores clásicos de la narrativa del siglo XX cuya trama transita períodos vacacionales y/o climas tropicales semejantes a las temperaturas caniculares que este enero trajo hasta nuestra provincia.

Marcel Proust: Un verano muy francés

Recomendar a Marcel Proust en literatura es una obviedad mayúscula, como recomendar los mejores cortes de carne de ternera argentina, o los más y mejores seleccionados granos de café brasileños, en gastronomía; pero hoy no vamos a referirnos a “En busca del tiempo perdido” íntegramente, sino que vamos a referirnos exclusivamente al segundo tomo de su gran obra titulada: “A la sombra de las muchachas en flor”. Uno de los rasgos destacables en la maestría del autor de “En busca del tiempo perdido” es que cualquiera de los 7 tomos (de 500 páginas c/u –aproximadamente-) puede ser leído independientemente del resto de los otros 6 –aunque deberán leerse en caso de querer el lector encontrar el sentido integral de la obra. Al tomo 2 lo recomendamos hoy debido a que gran parte de la trama transcurre en un balneario del norte de Francia. La historia está situada durante los primeros años del siglo XX y permite acceder –más allá de la tensión propia de la trama- a la visualización del  modo particular de vacacionar que por entonces  tenía cierta aristocracia francesa (aunque hay que señalar que muchos de esos modos aún persisten). A la sombra de las muchachas en flor será disfrutado -casi con total certeza- por aquellos lectores que no teman a enfrentarse a 500 páginas, y cuyos paladares literarios se hayan deleitado alguna vez con, por ejemplo, La conciencia de Zeno (Ítalo Svevo) o El Jugador (Fiódor Dostoievski).

Thomas Mann: Pasión, vacaciones y epidemia

Si bien en el caso del texto que sugeriremos a continuación de este también conocido -y multipremiado- autor europeo (alemán) no es la obra mayor del mismo, la historia es afamada y ha sido representada de diversas maneras (cine y teatro, por ejemplo) y cumple con el requisito de la nota: transcurre durante unas vacaciones. La muerte en Venecia es una novela corta; al igual que en la recomendación precedente la trama se desarrolla en un balneario europeo (italiano en este caso), también recurrido por personas de una clase social próspera y con el agregado concordante con nuestros días (desde diciembre de 2019 hasta hoy) de la presencia de un contagio masivo (una epidemia en este caso) de una enfermedad muchas veces mortífera. Novela de pocas páginas -pero intensa en términos existenciales-  que además de poner de manifiesto aquel comportamiento vacacional de clase ya dicho en el caso del texto de Proust le agrega una magistral descripción del lánguido transcurrir del tiempo en un contexto sofocante por varios motivos más allá del climático. Un aparte puede hacerse desde la visión de la maravillosa ciudad italiana donde se representa la historia. Mann hace gala de su poder de observación y sensibilidad poética a la hora de mostrar a la ciudad y el entorno que la envuelve como consecuencia de los particulares días en que transcurre la historia. La muerte en Venecia es recomendable  para la cartera de la dama o el bolsillo del caballero, y para ser disfrutada en ambientes cerrados –si la lluvia lo dispone- o al aire libre bajo una sombra gratificante.

Norman Mailer: Arembepe, o San Marcos Sierras… allá, en EEUU

La última novela que recomendaremos hoy pertenece a la “pluma” de Norman Mailer, un escritor estadounidense multifacético cuya calidad literaria es invariable más allá del género que abordó en su momento para cada caso y para cada texto. Desde la biografía (Marilyn Monroe; Pablo Picasso), la no fiction* (El combate- Alí / Foreman; La canción del verdugo), o la novela (Los desnudos y los muertos; El fantasma de Harlot) en toda su narrativa hay vértigo sensibilidad y una calidad extraordinaria. En “Los tipos duros no bailan” pasamos de los balnearios acomodados de algunas localidades europeas de la primera mitad del siglo XX –que veníamos visitando de la mano de Proust y Mann-  a un rincón libertino de los EEUU durante los años 70 del mismo siglo. Una aventura vertiginosa cuyos protagonistas son una mezcla de hippies, beatniks, artistas locos, bohemios, vagabundos, artesanos, camareros, trabajadores portuarios… El centro de la escena es el lugar en el cual se desarrolla la historia, Provincentown, en Cape Cod. Esa localidad fue en los 70 una suerte de imán para todo aquel quisiera pasar un verano con una casi total libertad, como lo fuera – también por aquellos años- la playa brasileña del estado de Bahía, Arembepe, o en menor grado nuestro enclave serrano, San Marcos Sierra; en Provincentown - menos violar, matar y robar, por así decirlo- casi todo estaba tácita y prácticamente permitido. En ese estado de situación, verano tras verano, convergía allí -un lugar con menos d 1000 habitantes fijos- una verdadera marea humana  integrada por los más variopintos freaks del gran país del norte. Conocido en aquellos tiempos como “El final de la tierra”, o “la ciudad libre donde EEUU pierde su nombre”, Provincentown acogía a todos aquellos que la cultura yanquee despreciaba. Luego llegaría el HIV-Sida y las cosas cambiarían (un poco). Mailer coloca en ese lugar sus delirantes personajes y los arroja a una aventura que entremezcla la trama policial/detectivesca con los textos autobiográficos de experiencias iniciáticas (y no tanto) de la contra cultura estadounidense. Escenas y episodios fuertes entremezclados con sesudas reflexiones existenciales en personajes atribulados por vastos inconformismos que habitan sus cuerpos y sus almas conforman el recorrido laberíntico de aventuras en Los tipos duros no bailan. 200 páginas garantizadas para lectores complacidos por Jonh Kennedy Toole (La conjura de los necios), Jack Kerouac (En el camino), o el argentino Enrique Symns (El señor de los venenos).

 

 

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