“El placer no está legitimado ni en la militancia feminista”

María Teresa Bosio es militante feminista de una de las asociaciones civiles católicas de América Latina que ha visibilizado los mandatos de la corporación religiosa, Católicas por el Derecho a Decidir.

Ed Impresa 06/03/2020 Pilar Ferreyra
bosio © mechi ferreyra
María Teresa Bosio (Foto: Gentileza Mechi Ferreyra)

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Especial para La Nueva Mañana

ESPECIAL #8M

Nació en Colonia Vignaud, una localidad del Noreste de Córdoba que, desde sus orígenes, estuvo enlazada a la cosmogonía de los salesianos. Única mujer entre cuatro hermanos en una familia tradicional tan católica, que hasta promovió el sacerdocio en uno de ellos. Pero ella, María Teresa Bosio desde adolescente supo que aun siendo católica no comulgaría con algunos mandatos. Estudió Ciencias de la Educación y un magister en Educación y Trabajo. También es docente de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). La Nueva Mañana dialogó con ella.

En una entrevista otorgada a Canal 10 de Córdoba revelás que aún después de tantos años de militancia feminista, poco pudiste desprenderte de los mandatos de la moral cristiana. Que en tu interior luchás cada día contra ellos. ¿En qué consiste la culpa gestada por esa moral?.

- Desde pequeñas las que fuimos a colegios religiosos e incluso a veces, a espacios más laicos; las que transitamos la adolescencia durante la dictadura cívico-militar-religiosa, crecimos con la idea que el rol de las mujeres estaba ligado a los cuidados, a ser modosas, nunca llamar la atención, siempre estar vestidas y sentarnos correctamente. Si algo generábamos en el varón: era culpa nuestra. Era culpa de nuestra forma de portar el cuerpo. La contracara de esa idea es lo que dice el colectivo  interdisciplinario de mujeres,  Las Tesis: “la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía”. La culpa es el resultado de la constante imposición de un modelo de mujer que debe subordinarse.

Salir de ese molde es difícil de desandar. A las chicas jóvenes, ahora, no les importa un pito vestir un pantalón roto en la nalga. Si alguien les dice algo por el modo en que están vestidas, se paran y responden. No sienten culpa.

En dos días se conmemora el Día Internacional de la Mujer, y el 9 de marzo unos 60 países convocan a un paro internacional feminista. Entiendo que las consignas son: “Trabajadoras somos todes” y “La deuda es con nosotres, no con el FMI”. ¿Por qué?.

- “Trabajadoras somos todes”. Con esa consigna reconocemos el impacto que suponen las tareas de cuidado. Que las tareas domésticas no remuneradas recaen sobre nosotras, que impactan en nuestras posibilidades de estudiar, trabajar, formarnos. Nos generan una doble jornada laboral, en nuestra casa y afuera. Y con la otra, “La deuda es con nosotres, no con el FMI”, destacamos cómo las disidentes, las trans, son las más apretadas en todas las crisis político económicas. La deuda es enorme. Aún no existen políticas públicas para la sanción de los femicidios. Faltan derechos sexuales, laborales y políticos. Si bien las mujeres votamos, en la estructura del poder político no tenemos paridad de cargos en la gestión, ni en los sindicatos. La agenda del próximo 8M reconoce que hay mucha deuda con las mujeres.

¿Qué temática debería, en el futuro, formar parte de la agenda feminista?

- En la Modernidad se gestó el mandato que hasta el día de hoy ordena, que las mujeres debemos sostener un modelo heteronormativo. A las mujeres se nos impone el sacrificio, ser más trabajadoras, estar más atenta a la demanda de los otros. Solo así, según ese mandato, se es mejor mujer. Pero es muy importante que logremos mirarnos, más, ligadas a una vida asociada a lo placentero, al placer de los momentos compartidos, tanto en el plano individual como colectivo.

El placer es algo que no está legitimado ni en la militancia. Sin embargo, las mujeres tenemos que encontrar momentos de cuidado entre nosotras. Saber escucharnos. No juzgar a las otras como no nos gusta que nos juzguen. No hacernos a nosotras lo que no queremos que haga el patriarcado. El cuidado feminista es una agenda que las mujeres tenemos que pensar para construir nuestras organizaciones y nuestras luchas. Es una construcción que las mujeres tenemos que dar. Las nuevas tecnologías como WhatsApp, y la comunicación virtual, ocupan casi todas nuestras comunicaciones. Pero en las redes sociales muchas veces no nos entendemos bien. Todo lo organizamos por WhatsApp. La palabra escrita queda avasallada por la lógica de la producción escrita en WhatsApp.

Las mujeres necesitamos darnos un espacio para discutir cuestiones que por la vertiginosidad de la vida que llevamos, cargada de responsabilidades, no nos damos. El feminismo es un movimiento político emergente y fuerte. Como movimiento político se filtran formas de la cultura patriarcal en nuestras formas de hacer: quién aparece más en los medios de comunicación; quién tiene más fuerza. La consecuencia es que el reconocimiento individual, la acumulación personal, a veces resultan más importantes, que la construcción colectiva. Esa filtración es otra manera de anularnos, de frenarnos.

¿Cuál es una solución posible?

-Hay muchos feminismos. El feminismo indígena, el ligado a la ecología. Son feminismos que se alejan de nuestros feminismos blancos tan sesgados por el modelo burgués que trabaja la libertad y el derecho a decidir. A veces nos cuesta construir el feminismo comunitariamente. Yo me reconozco vieja, blanca, con ciertas condiciones que me permiten hacer recorridos distintos a las compañeras que nacieron en condiciones de pobreza, raza. Según desde donde se construyan y quiénes sean sus agentes, los feminismos son distintos. Lo ideal es no juzgarnos entre nosotras e intentar acciones transversales. La transversalidad es la llave para el vínculo de reciprocidad comunitario. No hay duda. Pero también es cierto que debemos, por ahora, hasta que podamos darle una vuelta, reconocer que los feminismos, como todo movimiento político, tienen sus antagonismos y sus disputas.

 

 

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